EDITORIAL

Las Artes como expresión orgánica del ser, constituye una de las áreas más importantes para el desarrollo cognitivo del individuo, por ende, de la sociedad. Por tanto, el arte es indisociable de la experiencia humana, de ahí su particularidad en la generación de emociones, situaciones, proyectos que, ahondan desde la perspectiva de lo complejo, del desarrollo de la imaginación, del pensamiento, de la percepción hasta el derecho a producirlo, vivenciar a diario su extraordinario llamado a CREAR a expresar desde el ser hasta llegar a lo colectivo, a reforzar la participación activa comunitaria como hecho social, espiritual, político desde las inmensas posibilidades que ofrece el arte en todas sus dimensiones para acciones transformadoras.

Lo anterior llama a reflexionar sobre la urgencia de aprender a crear, así como se aprende del hecho artístico como práctica social. Esto implica la inclusión de sus posibilidades y la prospectiva estratégica del arte para la creación y propuesta de políticas públicas, educativas, pero sobre todo como base de acción para el movimiento emancipador y transformador del ser, del colectivo y sus realidades.

El aporte del arte no sólo se puede analizar desde su propio escenario, debe trascender y esa posibilidad se propicia a través de la investigación. La ciencia es arte y la investigación sigue la ruta del arte, porque privilegia lo humano y la humanidad. De ahí la importancia de la investigación del hecho artístico, y su contribución a la Ciencias Humanas. Esta contribución se traduce en amplios beneficios individuales y colectivos hacia la generación de prácticas vivenciales vinculadas al desarrollo estratégico de los pueblos a partir del arte como hecho profundamente humano, emancipador, liberador y transformador de realidades adversas y opresoras.